Posts etiquetados ‘Sueño’

Hoy he tenido un sueño de esos kafkianos en los que es mejor despertarse que saber el final.

Yo estaba en el office de mi empresa, con unos documentos en la mano y estaba dándole un toque a alguien por hacer mal su trabajo (cosa rara, porque no me parece el sitio adecuado para ello). Esa persona se va y me doy cuenta que llevo los zapatos diferentes: mismo color, mismo estilo pero uno de charol y otro de piel normal. Lo primero que pienso es «no importa, queda original y casi no se nota». Pero después decido irme a casa a cambiarme. Justo antes de salir, aparece un chico (que no conozco) y me empieza a tirar los tejos. Es decir, me habla de trabajo y no para de mirarme las tetas con miradas mal disimuladas. Le digo que me tengo que ir y se me queda mirando diciendo «quédate un poco más».  Como hasta en los sueños tengo un carácter que tela, no le hago caso y me largo por la puerta.

Una vez en la calle, pienso en cómo ir a casa, si en bus, taxi o coche. Decido ir en bus aún sabiendo que me deja bastante lejos de casa y que probablemente tenga que coger otro. Cojo el bus y me bajo en la última parada, que es un punto neurálgico importante de autobuses, y como tal, está lleno de gente en sus respectivas paradas.  Decido coger un segundo bus pero no lo encuentro, y me pongo a buscar entre las paradas llenas de gente.  Me meto por una calle y doy a un edifcio laberíntico y medio derruído, en el que veo yonkis en cada esquina. Y además yonkis de heroína.

A mí, que me la pela todo, voy atravesando el edificio, sorteando esquinas, cascotes de ladrillo y yonkis . Veo un matrimonio mayor que intenta cruzar un callejón a toda prisa y les sigo pensando que la salida está por ahí.  Justo cuando llego al callejón, ellos doblan la esquina y desaparecen. Decido yo doblar la esquina y zas !!!! me despierto…

Qué asco. Me quedo sin saber el final. El tema es la sensación con la que me he despertado, era extraña, como si algo se hubiera quedado flotando en el ambiente.  Encima me he despertado tardísimo.

Y todo esto sin drogas, y casi sin cenar.  Y sin ver pelis de Almodóvar. Seguro que Freud diría que necesito follar o alguna otra cosa romántica de las suyas.

 

Juego al póker desde que tenía 7 años. Quién me enseñó y bajo qué circunstancias es algo tan oscuro que tendría  que encender una vela para iluminar ese recuerdo; y ya no puedo conjugar sin miedo el verbo recordar.

Juego bien al póker porque acaricio las cartas de forma lenta e hipnótica. Juego al póker y me follo las cartas. En eso coincidíamos Benedetti y yo, hay que ponerle pasión a todo. Hasta para mandar a la mierda a alguien. Una vez, en una dinámica de grupo alguien me pidió que definiera el concepto «ser diplomático». Recuerdo que sonreí y dije «es mandar a la mierda a alguien de tal manera que esté deseando ir a ella». Líder de la clase desde ese momento. A veces hace falta tan poco…

Juego muy bien al póker porque soy juguetona a diario. No puedo evitarlo. Ni quiero. Es Redes dirían que es un gen. Soy constantemente un personaje de H.C. Andersen. Y juego y juego… Lo malo es que los juguetes que llaman mi atención tienen fecha de caducidad. Me canso y cierro la tapa. Quizá la abra en otro momento. Quizá si llamas de nuevo mi atención…

Gano al póker porque pestañeo tan pausadamente que tu cigarro casi se ha consumido. Creo ese ambiente porque es necesario que todo cambie para que todo siga como está. Porque la sinceridad es un privilegio al que de vez en cuando tenemos que renunciar, ¿verdad?. Porque hemos  llegado a un momento en que ya no adoramos al becerro de oro, sino al oro del becerro.

Gano al póker porque antes de ponerme tacones aprendí que un straight flush es mejor que un four of a kind. Porque mi alma es capaz de los mayores vicios como de las mayores virtudes. Y no te digo ya mi cuerpo…

24052009

P.d. ¡Morir…, dormir! ¡Dormir!…¡Tal vez soñar!. ¡sí, ahí está el problema!. ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos liberado del torbellino de la vida!. ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio!…