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PASADO

– A los 5 años tuve mi primer romance con John. El decía que yo era su novia y que sólo se casaría conmigo.  Era hijo de un director de banco y oveja negra de la familia. Tenía un ganso de mascota que le seguía a todas partes.  Salimos los veranos desde los 5 a los 7 años.  Muchísimo tiempo después nos volvimos a ver en un entierro. John es gay. Quiero pensar que yo no tuve nada que ver.  El ganso fue disecado porque  no podían tenerlo en su casa de la ciudad y John no volvió a dirigirle la palabra a su padre.

– El primer año de carrera me rapé el pelo. En el mes de febrero. Gran error. Qué frío. Me encantó la sensación; fue como romper con todo y empezar de cero. Lo peor, lo pesada que era la gente cuando me creció al uno. Todo dios tocándome la cabeza, con lo poco que me gusta. Lo mejor, cuando te preguntan con cara de supuesta pena «Estás enferma, no?» y yo ponía cara de más pena aún y decía «Sí, me quedan 6 meses». Y a los 6 meses decía «eh, eh, que tengo prórroga». La gente es tela.

– Una noche salía de una discoteca muy conocida en Madrid con mi amiga Inés. Cogimos un taxi y un coche lleno de poligoneros hizo una maniobra rara y si no llega a ser por la habilidad de mi taxista, nos la pegamos fijo. De repente, el señor taxista entró en enrage y dijo algo así como «van a ver estos niñatos». Se puso en parelelo a los canis y empezó a increparles su actitud. Éstos se rieron, pero mi taxista, cual Robert De Niro en Taxi Driver, sacó una pistola de la guantera y les soltó un «qué? ahora quién se ríe?». Inés casi se desmaya y yo disfrutaba como en una película de Tarantino. La cara de los niñatos no tenía precio: blancos como la cera. Mi taxista volvió a su trayecto normal y nos dice todo amable: «tranquilas que conmigo vais seguras, que esos críos sólo necesitaban una lección».  Vivir eso en el Barrio de Salamanca fue la mejor experiencia de la noche, junto con  ver en el salpicadero las fotos de su mujer y 2 niños,  una figurita de San Cristobal y el banderín del Atleti.

PRESENTE

– En menos de una semana me voy a la montaña. Necesito desconectar y un sitio donde no haya ni cobertura ni wifi ni gente de ciudad. Regreso a un sitio donde ya he estado y donde me trataron muy bien. Recuerdo que la vez anterior me dejé la Pentax en el fondo de un armario del hotel y me llamaron para decirme que no me preocupara que me la envíaban a mi ciudad. Al día siguiente la tenía por servicio urgente de una conocida empresa de paquetería a las 8 de la mañana.

– No hay crisis. En mi consultora llevan un mes y medio buscando una persona para un puesto de att. al cliente de un gran organismo público. Es un puesto muy estable de larga duración y jornada parcial de mañana y fines de semana alternos. Pues nada. La gente nos dice eso de «sí pero mejor en Septiembre…», «sí, me interesa mucho pero es que ahora con el verano….» «sí, necesito trabajar pero me pagáis lo mismo que en el paro y para eso me quedo en casa…», «sí, pero yo sólo de lunes a viernes porque el fin de semana es que salgo de fiesta…». Son respuestas literales anotadas en los CV de los candidatos apuntados a la oferta web.  Es decir, no hay crisis señores. Al menos en verano.

– Seguir devorando libros nuevos y releer algunos antiguos.  Si he conseguido que la mebita lea a Oscar Wilde, puedo conseguir cualquier cosa. Os recomiendo el nuevo tebeo de Mortadelo y Filemón «Mundial 2010». Aunque el mejor sigue siendo el de «Mundial 82».


FUTURO

– Un viaje a Londres con Anita para hincharnos a comprar en las rebajas inglesas.  Que tiemble Harrods si es que siguen existiendo para esa fecha.

– Celebrar un cumpleaños de forma salvaje. Tengo pensado quedar con todo el mundo que quiero y planificarlo como si fuera un tetris. Tendré que hacer reservas de hotel, transporte, locales, y, lo más complicado, conseguir coordinar a muchas personas que no tienen nada que ver entre ellas y que cada una son realmente peculiares.  Organizar es una locura pero hay resultados que merecen la pena.  Vendrá gente a la que todavía no conozco en persona. Comeremos, beberemos, cantaremos, haremos  como que bailamos, unos ligarán con las camareras, nos drogaremos, otros  follarán, habrá lágrimas en algún momento y -esta vez sí- muchas fotos del evento. Y después 1 semana en coma seguro.

– Seguir siendo la confesora y confidente de algunas personas. Me encanta. Me fascina. Me apasiona.

BAKER STREET…

Publicado: 7 agosto 2009 en La Rebelión De Las Masas
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Son las 2 de la mañana y estoy en la habitación del hotel. No se escucha absolutamente nada. Si abriera la doble puerta de la terraza las cosas cambiarían. Esta habitación tendrá unos 30 metros cuadrados y kilómetros de paz. En el cuarto de baño podría vivir un familiar del odiado Flipper. Lo mejor que tiene es una encimera enorme de mármol con la altura perfecta para follar.

Mañana vuelta a la multitud aderezada con miles de idiomas diferentes.

Quedan 2 días para la vuelta.

Quizá sigamos informando…

Me apetece viajar. Un viajecito de esos de 4 días máximo. Estoy pensando en montañas y niebla o en alguna ciudad que sea pequeña pero bulliciosa. Tengo especial fetiche con las habitaciones de hotel. Quizá es por todos los que he visitado en mi vida. Tienen como una especie de confortabilidad esponjosa y protectora. Despiden calidez,  normalmente silencio, y la luz siempre es modulable. Sus camas son enormes y las sábanas perfectamente estiradas y almidonadas. Es como si el tiempo se detuviera. Nada puede pasarte en una habitación de hotel. Nada que tú quieras/consientas, claro.

Conozco un hotel en Donosti en el que te desayunas el mar. Es imposible concentrarse en el olor a café, porque el salitre del mar se antepone. Es una peculiar manera de darte la bienvenida a sus dominios  sin llamar a la puerta. El otro momento mágico en una habitación con vistas al mar es cuando muere el verano y las tardes se vuelven frías y sólo la gente con perros pasea por la playa. Las olas traen la tristeza del otoño y de nuevo el salitre te habla para despedirse de ti.

En estas ocasiones es cuando tienes que estar en la terraza de tu habitación de hotel, descalza y medio vestida, con el pelo enredado y fumando esa marca de tabaco rubio que sólo fumamos las chicas guapas. Y, por supuesto, tienes que estar sola. Da igual que estés esperando a alguien, ahí tienes que estar sola, notando cómo tu ropa se humedece con la pleamar y te arrebujas en la silla para que los pies no toquen el suelo.

Y el mar te habla. Y tú le hablas al mar. Y los secretos se borran con cada ola. Y te muerdes el labio inferior y sabe salado. El mar, como cualquier buen amante, se despide con un beso…

Y es entonces cuando te das cuenta que la existencia está tejida de un material de mala calidad que se encoge con el uso…

20080621